Entre 2007 y 2015 las presiones cambiarias se hicieron más frecuentes, totalizando 11 corridas. Estas tensiones se manifestaron en fuertes aumentos de la Formación de Activos Externos (FAE) y en su correlato, la caída de reservas internacionales.
Tampoco el gobierno de Macri, que fue “market-friendly” -en la jerga de los mercados-, se salvó de las corridas cambiarias. Por el contrario, no sólo tuvo una fuerte salida de capitales sino que debió reinstalar el “cepo” que tanto había criticado y que había levantado en 2016 con bombos y platillos y gracias a un feroz endeudamiento externo. Se vio obligado a poner un tope de compra mensual de apenas u$s200. Vale recordar que en el período 2012-2015, cuando administramos la compra de dólares en el MULC, el límite que establecimos fue de u$s2.500 mensuales. Cabe señalar también que dicha regulación (“cepo”) no pudo ser eliminada hasta el día de la fecha y continúa con el tope de u$s200. Y eso que pasaron macristas, peronistas y ahora hasta libertarios, todo bajo el estricto control del FMI. Esto no significa santificar el “cepo”, sino entender a partir de la experiencia y no desde la teoría, el funcionamiento de la economía en la Argentina frente a la cuestión del dólar.
Es que, como dice el título de este capítulo, es la economía bimonetaria, estúpido. Una economía donde la moneda que emitimos como Estado sólo es utilizada para transacciones cotidianas (y no para todas. Ej: compra de inmuebles). Para las otras dos funciones que tiene cualquier moneda, que son las de unidad de valor y de reserva o ahorro, los argentinos utilizan el dólar.
Este fenómeno sucede únicamente en la Argentina. La utilización de dos monedas, de las cuales la que no emitimos es precisamente la más requerida para atesorar legal o ilegalmente, sustrayéndola del circuito de funcionamiento de la economía y formando activos en el exterior o, en menor medida, guardándolos “en el colchón”. Esa misma moneda es, además, la única que se puede utilizar para pagar las importaciones que el país necesita para producir, generar riqueza y trabajo bien remunerado. Esta situación permite explicar las dificultades de la macroeconomía argentina; aún en gestiones de gobierno que han llevado a cabo una sustancial reducción de la deuda en dólares, como fue el caso de las desarrolladas en el período 2003-2015.
Si a este fenómeno le agregamos el endeudamiento geométrico -en esa misma moneda que no emitimos- producido durante el gobierno de Macri, con inversores extranjeros o nacionales, con sobretasas y con curvas de vencimientos incumplibles, no hace falta explicar más nada. Aunque, ya se sabe, la Argentina es ese extraño lugar en donde hasta lo obvio debe ser explicado.
Para aquellos que afirman que dicha regulación impide la inversión, cabe recordar que la Inversión Extranjera Directa (IED) durante mi segundo mandato, fue la más alta en los 40 años de democracia, sin privatizaciones. A título de ejemplo: la llegada de Chevron y Petronas -entre otros- con inversiones en Vaca Muerta recuperada por nuestra gestión también. Además, durante el año 2015 y con el asedio de los Fondos Buitre, el riesgo país rondaba los 600 puntos básicos.
La experiencia del gobierno macrista, que decidió levantar el “cepo”, devaluar y eliminar los controles de la cuenta capital para endeudarse, ya sabemos cómo terminó: cuatro años sin “cepo” pero ninguna inversión directa, sólo ingreso de capitales especulativos y retorno del FMI al país para garantizarle los dólares a esos fondos, que después del carry trade “piraron”. A esa experiencia la estamos pagando demasiado caro y sus consecuencias seguirán siendo sufridas por varias generaciones más.
Abordar el problema de la economía bimonetaria y su correlato, la carencia de una moneda fuerte, es lo que debería movilizar a las fuerzas políticas y sociales que siguen creyendo en la Nación. Sin embargo, cuando la anti política se quede sin respuestas por el fracaso de teorías extravagantes que solo causan odio y dolor; no solamente deberemos reconstruir la moneda, sino también la política.
Esto también implica de parte nuestra preguntarnos ¿Y por casa cómo andamos? En una suerte de revisión de ideas y experiencias.
El peronismo se torció:
Cuando olvidó que los muertos no pagan las deudas y convalido el préstamo multimillonario e irregular que el FMI, violando su propia normativa interna, había otorgado al gobierno de Mauricio Macri para que ganara las elecciones. No sólo eso, se castigó a nuestro país fijándole sobretasas de interés usurarias y curvas de vencimientos incumplibles. Por si eso fuera poco, se permitió además que se apliquen las políticas dictadas por el organismo que dieron comienzo a un proceso inflacionario.
Cuando por primera vez en un gobierno peronista los trabajadores registrados no llegaron a cubrir la canasta básica total (CBT). O sea: el peronismo con trabajadores registrados pobres, pese a que la tasa de desempleo tuvo un excelente comportamiento alcanzando el nivel más bajo de las últimas décadas con el 5,7%.
Cuando no recuperó el carácter universal que caracterizó a sus políticas sociales y que impedían el surgimiento de clientelismos que solo contribuyen a dividir y a enfrentar a los sectores populares entre sí, e irritar a nuestras clases medias.
Cuando mal administró las divisas obtenidas por superávit comerciales excepcionales y debilitó la fortaleza del Estado para administrar la economía bimonetaria de la Argentina.
Cuando, a pesar de haber atravesado la pandemia con una correcta gestión sanitaria que evitó las imágenes de falta de atención médica o respiradores, cementerios creados para los fallecidos de Covid o, como vimos en New York, camiones frigoríficos para trasladar los cadáveres; se anuló la palabra presidencial por la aparición de un documento fotográfico donde se comprobaba la violación de las normas de aislamiento por parte de quien las había firmado.
El peronismo se desordenó:
Cuando no advirtió la modificación de las relaciones laborales de la población económicamente activa, donde los trabajadores registrados en la actividad privada no sólo son minoría, sino que además, sólo el 40% de ellos está sindicalizado. La consecuencia objetiva es que las representaciones sindicales características del siglo XX y fundantes del peronismo, ya no son la expresión mayoritaria de los trabajadores.
Cuando no avanzó sobre el viejo modelo de Estado omnipresente que derivó en ineficiencia e ineficacia y no construyó una nueva estatalidad más vinculada a la comunidad y su organización a través da la participación de sus diferentes estamentos. La ineficiencia e ineficacia que deriva en burocracia y que es observada por el resto de la sociedad no sólo con mirada crítica por la falta de resultados o de calidad de los servicios en la vida cotidiana, sino porque se termina viendo el empleo estatal como un privilegio frente al resto y, por lo tanto, un “gasto innecesario” que debe ser suprimido.
Cuando no impulso la reversión del déficit fiscal a través de la reducción del gasto tributario existente por eximiciones, exenciones o promociones a sectores concentrados de la economía; junto a una reforma tributaria que no sólo simplificara la administración impositiva, sino que permitiera construir un sistema más racional y equitativo.
Cuando no planteó una revisión y reforma profunda de la educación pública; una de las demandas más sentidas y queridas por todos los sectores, especialmente por aquellos que no pueden reunir el dinero necesario para pagar la cuota de un colegio de gestión privada.
Cuando no pudo superar el consignismo de la desigualdad social por un lado y el gatillo fácil por el otro para abordar un plan de seguridad de carácter integral, e n donde además se aborde el problema cada vez más creciente del avance narco en las barriadas populares como consecuencia del retiro del Estado y la porosidad de las fuerzas de seguridad. Es así como se sustituye la organización estatal por la organización delictiva.
Cuando dejó de recordar que no solo donde hay necesidad hay un derecho sino también una obligación y que el trabajo es un derecho, pero también es un deber, por lo que es justo que cada uno produzca por lo menos lo que consume.
Cuando no reparó en las profundas modificaciones surgidas en el campo de la comunicación social por el avance de la tecnología: una trasformación de magnitudes similares a la imprenta de Gutenberg.
Hay que poder enderezar las experiencias y ordenar las nuevas demandas para poder alinear pensamiento, palabra y acción: una trilogía indispensable a la hora de formular propuesta y estrategia que permitan organizar una fuerza política que vuelva a representar mayoritariamente, para pasar de ser oposición a alternativa de gobierno.
P/D: Texto y contexto. John Adams fue el segundo presidente de Estados Unidos y la cita del comienzo de este documento debe ser comprendida en el contexto de la discusión interna de ese país en su etapa fundacional, acerca del modelo económico que debían asumir como Nación. En esa discusión el rol de Alexander Hamilton, primer secretario del Tesoro y padre del modelo de acumulación y manejo de deuda de ese país, fue fundamental. Ellos pudieron resolver correctamente ese problema.